Desde pequeño la confusión habitaba en mi mente, deseaba comprender qué era lo que sucedía conmigo, qué me hacía sentirme diferente a las demás personas, qué ocasionaba que me vieran de una manera distinta a los demás, ¿por qué fijaban su mirada en mí cuando había personas más bellas que yo a mi alrededor?, toda mi infancia tuve que vivir con esa duda y a la vez me daba miedo preguntar. Era un dilema dentro de mí mismo decidir si realmente quería resolver esa duda o no.
Tampoco lograba entender por qué mamá y papá lloraban por las noches a escondidas de mí. Hasta llegué a pensar que tenían problemas de pareja y por eso nunca me atreví a preguntarles qué era lo que estaba sucediendo, tenía esperanzas de que algún día esos malos momentos formaran parte del pasado.
Yo siempre me sentía cansado, sin ganas de nada y con dolor. Ya sea que lograba tolerarlo más o me volví cada vez más inmune, pronto me acostumbré a vivir así.
Las citas con el doctor José, ahora eran cada semana y ya no cada mes. Él solamente me decía que había muchas luces y estrellas dentro de mí y que cuando mi estómago dolía, era porque se estaban encendiendo, parecía mágico para mí, por ello no me preocupaba mucho mi dolor; lo que sí me preocupaba un poco era por qué mi cabello ya no crecía desde que comencé a ir con el doctor, pero me gustaba verme así en el espejo, yo me veía atractivo siempre.
Los malos momentos de papá y mamá no acababan, me preocupaban; pero siempre optaba por no preguntar. ‘’Cosas de adultos’’ diría mamá.
Los meses pasaban y mi cabello aún no crecía, seguía sintiendo las luces y estrellas encenderse en mi estómago pero yo vivía muy feliz con ello, mi vida era normal como la de cualquier niño de mi edad, solo que no podía hacer la clase de deporte porque mis lucecitas podrían romperse y yo no quería dejar de brillar por dentro.
Pasaron algunos meses, hasta que un día mamá y papá, hablaron conmigo sobre el doctor:
— Ya no volveremos con el doctor José, ya no es necesario. - dijo mamá.
— Exacto, es momento de dejar las cosas aquí y disfrutar. -dijo papá.
—
Al escuchar esa noticia me puse un poco triste porque iba a extrañar hablar con el doctor sobre mis estrellas y también ver sus gorritos divertidos que utilizaba para revisar mi estómago.
Curiosamente, con el paso de algunos meses de no ir al doctor mi estómago dejó de molestar, de repente ya no me sentía tan cansado y mi cabello comenzó a crecer, empecé a pensar que mis luces y estrellas estaban tristes porque extrañaban al doctor.
Un día decidí contarle a mamá:
— ¡Mamá, mi estómago ya no duele, creo que mis luces y estrellas se están apagando!.
— Qué extraño, haremos una cita con el doctor José para ver qué es lo que sucede. - dijo mamá.
Al parecer todos creíamos que las luces y estrellas de mi estómago lo extrañaban igual que yo.
Fuimos a ver al doctor después de un largo tiempo de extrañarlo, me tomó algunas fotografías con las máquinas mágicas que utiliza, al verlas en la pantalla del doctor, nos dimos cuenta que las luces y estrellas de mi estómago se apagaron y por alguna extraña razón, papá y mamá lloraban y reían al mismo tiempo. Yo no entendía nada. ¡Quería mis luces de regreso! me gustaba verlas cuando iba con el doctor.
(Fragmento del cuento corto Mis luces y estrellas de Jocelyn Velázquez Valenzuela. Alumna del taller de análisis de textos).
En el taller de análisis de textos que se imparte como actividad paraescolar a cargo del Mtro. Ricardo Alonso Hernández, los estudiantes practican y refuerzan sus habilidades para desarrollo de comprensión lectora, expresión oral y escrita.
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