.

 .

 .

 .

 .

 .

 .

Estrategias lectoras para los cursos de literatura en la escuela preparatoria

Por: Olga Margarita Araux Sánchez                                          

                                                                                                                                                  REGRESAR

 

R E S U M E N

En este ensayo reseño mi experiencia como maestra de Literatura en el nivel medio superior  y expongo algunas estrategias que me han ayudado a que los alumnos se acerquen con mayor gusto a la lectura de textos literarios.

Cuando estudiaba la Licenciatura de Literaturas Hispánicas nunca sospeché una vocación pedagógica. De hecho,  un maestro se sinceró con el grupo y trató de mostrarnos el futuro laboral y habló del magisterio como la única fuente de trabajo para quien egresara de la carrera. Yo no cuestioné en ese entonces tal perspectiva y cuando llegué a las aulas en calidad de maestra, llegué más como alguien que quería compartir el mundo de los libros que como profesora. Quería que los demás  leyeran junto conmigo y trataran de escribir lo que traían dentro. Me divertía jugar con las palabras y escuchar las reacciones que provocaban las historias leídas.

Después comencé a sospechar la responsabilidad que tenía como maestra. Hoy puedo expresar que ser  maestra de literatura no sólo es abordar y reflexionar sobre los textos literarios. Es también una labor cultural, que busca un crecimiento personal en cada estudiante, que lo empuja al descubrimiento del universo que como especie hemos inventado, capturado, imaginado; intentando explicar, a través de las palabras que se entretejen en historias que son espejos de la humanidad. Y sobre todo, que aprenda a leer de otra manera, que lea con los sentidos y las emociones, que comiencen a inquietarle conocimientos inferidos mediante la lectura y termine relacionando la historia literaria con la realidad que le circunda, de manera que le facilite analizarla y comprenderla para que le sea útil en su vida cotidiana, ayudándolo a cambiar patrones de conducta que le permitan un mayor grado de satisfacción personal.

Siempre ha sido difícil trabajar en el área de Literatura. Los cursos de Taller de Lectura y Redacción, relacionados con la de Literatura, son más fáciles de justificar ante los interrogatorios estudiantiles, se apoyan en sí mismos por su aplicabilidad inmediata y práctica; de alguna manera el alumno comprende que le pueden ser útiles en su formación. ¿Pero la literatura? Es difícil justificar que el alumno tenga que leer esos “aburridos” libros de puras letritas que ya hasta están hechos películas (y que lo más seguro ni el papá ni la mamá han leído y pueden jurar que no les han hecho falta) y aún más difícil convencerlos cuando tiene que invertir tiempo y esfuerzo en las otras materias que, según la propia programación de los planes de estudio, sí son importantes y le van a ser muy útiles en su vida profesional. El día que acepté la docencia como una forma de desarrollo en el ejercicio de mi profesión, heredé un campo inhóspito, que a pesar de los esfuerzos se recrudece de manera sistemática mientras florecen más canales de televisión, más rentas de videos, más estrenos en la pantalla grande, más videojuegos.

Además, en los programas de preparatoria, las materias de literatura quedaron reducidas a dos cursos en la mayoría de los planes de bachillerato de la región. Incluso no se ofrecen para algunos sistemas educativos. No es difícil imaginar la postura de las autoridades de educación frente a las materias de esta naturaleza, como tampoco es difícil imaginar la inclinación de los alumnos para desaparecerlas de sus preocupaciones calificables. Para rematar, el padre  no tolera que el hijo repruebe materias como matemáticas y física, tan importantes, que necesitan cinco semestres de cinco horas a la semana en la escuela y diez en la casa, aunque obtenga buenas notas en literatura.

Por lo anterior, es de suponer las desesperadas maniobras de rescate que el maestro de literatura tiene que hacer en beneficio del área cultural, indispensable para lograr la formación integral del alumno al que aspiran todas las instituciones educativas y con la cual están comprometidas.

Actualmente soy la maestra de literatura de dos preparatorias de Ciudad Obregón: la Preparatoria de la Universidad La Salle y del Instituto Ateneo. Ambas escuelas están incorporadas a los planes de estudio de las Escuelas Incorporadas al Instituto Tecnológico de Sonora.

En dicha programación figuran dos cursos de Literatura: Literatura I en cuarto semestre y Literatura II en el quinto. Cada uno de los dos cursos tiene una carga de 45 horas al semestre, repartidas en tres horas a la semana. En el primer curso el contenido versa sobre los movimientos literarios del siglo XIX en general y el segundo, revisa la literatura hispanoamericana y norteamericana del siglo XX y de la llamada de Ciencia Ficción.

El objetivo general establecido en el Programa Analítico del Instituto Tecnológico de Sonora, revisado en julio de 2000, para estas dos materias dice: “Que el alumno adquiera una cultura literaria que le permita valorar las obras representativas de la literatura desde un punto de vista social y artístico”  y en su presentación de los mismos  programas agrega: “ La función de la literatura no es sólo comunicar o expresar, sino imponer un más allá del lenguaje que es a la vez historia y la posición que toma el escritor frente a ella. Por ello, la literatura amplía, desde una perspectiva diferente, la visión del mundo y del individuo en cada una de las épocas que se abordan a través de la producción literaria, ofreciendo la oportunidad al lector de conocer y comprender otras culturas y su relación con la sociedad actual, así como humaniza la razón” .

El alumno  llega a cuarto semestre de preparatoria a tomar uno de sus dos únicos cursos de literatura en toda su vida escolar. En el medio que prevalece en nuestra región no existe una cultura lectora como lo hacen notar las escasas bibliotecas y librerías. Los medios de comunicación poco espacio ofrecen para temas culturales. De su casa, son raros los que pertenecen a familias lectoras. De su vida estudiantil, trae como antecedentes cinco horas diarias de Español durante toda la primaria y la secundaria, y dos cursos de Taller de Lectura y Redacción, ofrecidos en los dos primeros semestres de su preparatoria.

Durante todos esos cursos, la aportación fundamental de la literatura es proporcionando textos (fragmentos en su mayoría)  que permitan ejemplificar el uso de la lengua desde el punto de vista de la Gramática. También, en el mejor de los casos, utilizar los textos con la finalidad de practicar algunas estrategias de la lectura en su fundamental nivel de comprensión. Hasta donde yo sé, no se proporcionan actividades o estrategias que permitan acceder al alumno a un nivel de lectura más profundo, encaminado al análisis, menos a la creación y mucho menos a cultivar el placer estético e intelectual que puede proporcionar la lectura literaria.

 En un terreno tan reducido como desértico y abandonado por años escolares, el programa de literatura de preparatoria pretende que el maestro  logre un vergel fructífero y tan extenso, que abarque la historia de dos siglos de literatura, la comprensión biográfica de los autores, capacidad de análisis de sus obras representativas e interpretación de marcos socioculturales, como mínimo y además,  que el alumno también amplíe su visión del mundo y su cultura general. Si se corre con suerte, el maestro será un profesional entusiasta de la literatura y equipado con un arsenal de creatividad para enfrentar tan confuso terreno. Un terreno que carece de importancia en los planes educativos, en el medio comercial y televisivo, en el ambiente familiar y en la conversación de los profesores de las demás materias.

Personalmente   reconozco que mis aspiraciones como maestra de literatura lindan en el terreno utópico y, como escribí en otra ocasión, “me conformo con que el alumno distinga las  características de algunos movimientos literarios, recuerde algunos autores y los asocie por lo menos con una de sus obras, para cumplir así con el contenido del programa establecido por el ITSON”. En cuanto a lo demás, y lo más importante para mí, trato de establecer una buena relación entre el alumno y los textos literarios, que no le resulten indiferentes y hasta intuya, la posibilidad de un encuentro con lecturas que le lleguen a ser agradables y satisfactorias.

Lograr medianamente los objetivos anteriores requieren de mucha paciencia e imaginación.

La clase tiene una duración de 50 minutos, por lo cual hice una selección de lecturas basadas en cuentos y poemas (que atienden en orden progresivo el contenido del programa de estudio) para poder ser leídos y comentados durante la sesión. Como preparación general de cada una de las lecturas, el alumno presenta de tarea la biografía del autor  correspondiente a la sesión y  trae anotado el significado de la lista de palabras que previamente  consideré podrían resultar desconocidas para la mayoría de los estudiantes. Con este trabajo anterior a la lectura, se facilita la comprensión del texto y con los datos del autor se pueden establecer relaciones con el contexto sociocultural.

Cada texto literario propone diferentes formas de abordarlo. Para ello y buscando que resulte un acercamiento lúdico para el alumno, he encontrado algunas estrategias que han resultado eficientes a lo largo de mi quehacer docente. A continuación describo algunas de ellas, sin pretender haber descubierto el “hilo negro” en la enseñanza de la literatura a los jóvenes y sí con el ánimo de que al compartirlas, les sean útiles a otros docentes.

 

1.- Lectura interrumpida.

Pido a un alumno  que comience a leer en voz alta la lectura de la clase. Le aviso que lo voy a interrumpir con frecuencia. Mis intervenciones giran alrededor de preguntas sobre las posibilidades de la historia, tratando de lograr suspicacias  o establecer relaciones de semejanza entre ellos y los personajes, entre más cómicas y sugerentes resulten las comparaciones, más atención se consigue de los alumnos. El ambiente en el salón no es de silencio, es difícil a veces controlar el desborde de comentarios que se provocan, pero se logra una sesión divertida. Uno de los cuentos que se prestan especialmente para esta estrategia es “Boles” de Máximo Gorki. Ésta es una narración que permite la reflexión sobre varios comportamientos. Los alumnos comentan sobre el valor del tiempo, la relación entre la apariencia exterior y la riqueza interior de las personas, entre otros planteamientos.  Resulta muy interesante observar la capacidad sensible de los alumnos.

2.-Pregunta tramposa.

Antes de iniciar la lectura, como si no estuviera relacionada con el tema, lanzo una pregunta al grupo que permita una respuesta corta y simple, pero precisa: sí o no.

Después de la lectura les vuelvo a hacer la pregunta, la cual ya no es tan simple de contestar. De hecho, se genera polémica que trasciende el tiempo de la sesión. Uno de los cuentos que resulta ideal para esta actividad es el cuento regionalista de la sonorense Blanca Zamora, “La Cuca no trabaja, Jelipe sí”  y la pregunta que lanzo al aire es si todo trabajo debe ser remunerado. Generalmente el desenlace de esta lectura es una confrontación entre hombres y mujeres.

3.-Respuestas escondidas

Pido a los alumnos que lean en silencio la lectura correspondiente a la clase. Mientras, escribo en el pizarrón una serie de preguntas para ser contestadas con la información proporcionada por la historia . Las respuestas requieren ser inferidas por los alumnos quienes esperan encontrarlas escritas en las oraciones leídas, pero no. Su trabajo les perece imposible en un principio, pero tras el reto y alguna guía, se entusiasman en una actividad detectivesca. “El almohadón de plumas” de Horacio Quiroga permite realizar este ejercicio de forma dinámica. Les he pedido el dibujo, nombre común, color, peso y tamaño del victimario de Alicia y lo han inferido y hasta establecido una estrecha relación entre éste parásito y el distante Jordán como causantes de la muerte de Alicia.

4.- Visualización.

Esta estrategia es la que más disfruto por su versatilidad y variedad de presentaciones. Además es una herramienta muy útil para activar la facilidad de concretar en sensaciones sólidas, la abstracta vaguedad que tienen las palabras para los lectores primerizos. Honestamente creo que hacerlos ver, escuchar y sentir la experiencia que viven los personajes de las historias leídas es el mejor avance que se puede hacer para acercar al alumno al disfrute y gusto por la literatura. En la visualización existen múltiples posibilidades.  Las Rimas de Bécquer entregadas en hojas para que el alumno con colores  dibuje los sentimientos, resulta un ejercicio conmovedor e interesante. El cuento hecho historieta, o “comic” como dicen mis alumnos, presenta la habilidad plástica y capacidad de observación de detalles de algunos alumnos. Hacer maquetas para recrear una historia, muestra su percepción del entorno.

5.-PPL  ( Pago Por Leer)

Aquí hay libertad  para elegir una novela  y leerla en el poco tiempo que quede libre antes, durante y después de la clase, académicamente hablando. El alumno no entrega un reporte, no tiene fecha límite para concluirla, puede cambiar de libro si no es de su agrado. Se paga con un punto de calificación extra por su constancia en la lectura de la cual se lleva un registro tanto del título como de la lectura en clase. Sorprende a veces cómo algunos alumnos se llegan a interesar en los libros. Los comentan y hasta contagian a otros la curiosidad por leerlos. Después de tres semestres, las novelas en los escritorios de los alumnos son parte del paisaje áulico. Es importante señalar que el ejemplo es trascendental. Esta fórmula surgió de la pregunta que me hiciera una alumna “¿Le gusta mucho leer?” Le contesté “Claro, si yo pago por leer”.

 Básicamente en estas cinco formas de crear ejercicios que resulten agradables y enriquecedores para los alumnos baso la forma de impartir mis clases. El principio que me motiva y que siempre procuro tener presente es lograr un acercamiento significativo y placentero entre mi alumno y el texto literario.

Y  cada ciclo me hago la misma pregunta. ¿Qué hago para trabajar con jóvenes que no tienen ni herencia, formación, inclinaciones o intereses literarios? Experimento. Hace mucho tiempo que acepté la enseñanza de la literatura como reto permanente y también acepté que no hay ni recetas ni fórmulas ni remedios ni consejos que duren más de un semestre. La única magia repetible es el enamoramiento que ejerce la literatura sobre mi ánimo y que de alguna manera se refleja en muchas ideas para atrapar a mis alumnos, que al fin y al cabo son inexpertos, mientras la literatura y yo, más viejas y también más diablas, los seducimos con textos que los atraen, los sorprenden y, un tanto confundidos, comienzan a seguir las palabras, buscando ese otro lado provocativo que les reveló la trampa de las emociones, sus emociones que creían únicas y exclusivas, y que aparecieron bellas y tangibles en poemas románticos; éste es el inicio. Después, ya algo domados y presintiendo un halo de estatus interesante, se van acercando un poco a otros textos, actuales y complejos.

Motivar a leer es como invitar a estudiar algo que no interesa. La mayoría de las personas parten de la idea de que saben hacerlo. Muchas veces he tenido que reflexionar, y no sólo con alumnos, que cada texto propone una lectura distinta. Por tanto, cuando con algunos ejercicios de lectura de diferentes textos se demuestra esta teoría, comienza un nuevo trato para la literatura.

Es interesante y satisfactorio observar cómo los alumnos se van sensibilizando con las lecturas. De pronto en un silencio abrumador, se escucha un suspiro, sí, cursi si se quiere, pero he tenido el privilegio de escuchar suspiros arrancados por un texto literario, lo mismo que cambio de posiciones corporales porque las palabras  incomodan o percibido algún ahogo que he apostado esconde lágrimas. Después cuando comenzamos a comentar, cuando se reponen de la sorpresa sensitiva de la que han sido objeto, se atropellan las palabras y los silencios, se interrumpen unos a otros, la emoción es tangible... No siempre resulta así, pero muchas veces y con la ayuda histriónica de la maestra, se consigue tener estos efectos en adolescentes y adultos. En momentos como éstos, siento que puedo compartir realmente el goce que me produce la literatura, me satisface mi trabajo y me siento importante; sobre todo cuando mis alumnos se acercan a pedirme el título de otras lecturas y, en un atrevimiento que realmente valoro,  me preguntan o comentan sobre lo que sintieron... También ha habido quien me ha dado las gracias por compartir eso que comienzan a considerar un regalo: la lectura que les hizo sentir, o recordar, o imaginar, o comprender...

Pero como tengo muchas limitaciones de tiempo y contenido, y tampoco estoy autorizada a alterar tanto los programas de literatura para preparatoria, no es fácil que los alumnos tengan encuentros tan cercanos con la literatura y con frecuencia me recuerdan que a la que le gusta la literatura es a mí y no a ellos. Hay que tener la imaginación siempre a  mano para inventar ejercicios que cumplan tanto con los objetivos del programa como con los míos: que les guste y le encuentren alguna función en su vida cotidiana. Desde esa perspectiva les he pedido que realicen diversas actividades alrededor de la anécdota literaria. Pueden resultar estrategias infantiles, poco o nada metódicas, censurables desde una academia. Y no me importa la clase de comentarios o peros que pudieran generar estas propuestas...en mis clases, con mis alumnos, las hemos realizado y se logró entretenimiento, diversión y oportunidad de mostrar otras cualidades y habilidades que por lo general no se manifiestan en la escuela. Los trabajos creados han sido sorprendentes. Han hecho revistas, teatro guiñol, maquetas, representaciones teatrales, rompecabezas, procesos y juicios para algunos personajes literarios, alteraciones en la estructura de ciertos cuentos, dramatización... Si yo hablo de imaginación, mis alumnos la multiplican con creatividad y espíritu de aventura cuando logran salvar el abismo que regularmente existe entre las personas y la literatura.  

 

RESEÑA

 La autora es profesora del Instituto Tecnológico Superior de Cajeme, es especialista en la enseñanza de las asignaturas para el desarrollo de las habilidades de la lectura y la redacción. Posee una amplia experiencia en los programas de nivel medio superior y actualmente colabora como revisora del Comité editorial  en este Instituto.

               IR A ENSAYOS EDUCATIVOS                                                          IR AL INICIO DE LA PAGINA